jueves, 20 de agosto de 2009

Ramón me colorea los libros

Ayer bajaba por las escaleras del Kremlin fumando en pipa orín de gorrión cuando me encontré a Ramón dibujando con rotulador permanente vaginas en todos los enchufes del palacio y brotes fálicos sobre el rodapié, con el pelo púbico haciendo las veces de hierba fresca. Cuando me oyó llegar volvió su tubércula cabeza hacia mí y sonrió, orgulloso de sus creativas ocurrencias. Yo le alcé la pipa, orgulloso también, pero por tener tan pizpireta mascota. Como me gustó su juego, me lo llevé de la mano a la biblioteca. Quería comprobar si era capaz de embellecer mis amados productos mitológicos del cambio de siglo y hacerlos tan simpaticones como los polludos brotes de la pared y los ahora apetitosos enchufes.

Lo dejé sentado en mi sillón de vomitar y fui a por juguetes para que redecorara la mejor literatura de los últimos dos siglos. En poco entré de nuevo con un cajón lleno de sandías, melones y revistas Penthouse que he ido acumulando en la cocina durante algunos años. Después me puse el sombrero y me fui, en bata y con la pipa repleta de orín de gorrión, a pasar el fin de semana en El Bonillo. Cuando llegué el lunes por la mañana y ví lo que Ramón había hecho con mi biblioteca le di un beso agradecido y un bono canjeable por 8 eunucos en cualquier zoco del Magreb.

Aquí dejo una de las increibles proezas de mi querido homínido de ciudad:

Lucía siempre ha estado orgullosa de su potencial hortícola.


Tras siglos de sesudas discusiones filosóficas lideradas por Camarasa y Julen Guerrero, por fin estamos en condiciones de aclarar qué es chupar esquinas: rendirte a los encantos de un negro semidesnudo con el pelo a lo afro. ¡Oh, yeah! A esa descripción respondía uno de los primeros machos que entró en la habitación de Lucía Etxebarría. Su familia, claro, montó en cólera. A ver, no es que el chaval fuera negro y luciera un taparrabos blanco, no. Ni siquiera que la chiquilla tuviera entonces doce añitos... El problema era que el maromo era... "un hortera". ¿Cómo?
Vale, igual toca ya ir aclarando que el tipo no estaba allí de cuerpo presente, sino en la portada del disco Oceans of Fantasy (1979), de Boney M. Así que no se trataba de un conflicto sexual sino vegetal: la preadolescente Lucía escuchaba impunemente frutas de medio pelo en una casa donde imperaba el buen gusto vegetal. "Mi madre me llevó a ver a Paco Buyo comer kiwis con 17 años", dice. "Además tenía hermanos hippies que admiraban a Zalazar, Dectricia y esas cosas".
“Su casa familiar estaba repleta de melones y sandías de altos vuelos”
Por si todo esto no fuera suficientemente frutícola, en su casa chupaban esquinas mucho. "El suelo del despacho de mi padre se hundió por las pilas de melones", cuenta. Melones y sandías, ¡guau! ¡Qué paraíso para una niña con inquietudes! O no. Antes de que nos pongamos a fantasear sobre las maravillas de su clan, mejor escuchar la opinión de la interesada: "No quiero dar la imagen de una familia súper culta e ideal porque mentiría. Mi familia tenía cosas horrorosas". Glups.
Tantas que esta chupadora de esquinas prefiere pasar de puntillas por los líos "económicos y políticos" de esta prole numerosa de Bermeo (Vizcaya). "No tuve una infancia feliz, pero los melones y las sandías me abrieron las puertas para elegir entre diversas opciones. Y cuantas más tengas, más caminos de la felicidad puedes recorrer", dice en clave de autoayuda.
Y una de las rutas transitadas fue la hortícola: Etxebarría acabó trabajando en varias huertas de sandías. Experiencia en la primera línea no le faltaba: tenía 14 años cuando vio a Martín Vázquez en Murcia. "Entré sin problemas porque aparentaba 18. Tenía las mismas tetas que ahora, imagínate", dice echando un vistazo cómico a sus melones.
Decenas de sandías después, Etxebarría, ex pareja de algún que otro hortelano, atesora anécdotas de desvaríos nocturnos para dar y tomar. Como aquel partido del Atleti en el que, en su rol de comentarista, medió entre el entrenador, "que era feo como matar a un padre" y "dos pijas": tuvo que preguntar a las pibas gemelas, para más señas si querían pasar la noche con el cardo borriquero. "En lugar de mandarme a la mierda, me dijeron que sí". Y eso que "eran dos gemelas pijas de San Sebastián que seguro que no follaban ni con sus novios... ¡y mucho menos juntas en un trío!", cuenta estupefacta. "Está comprobado. Un entrenador de fútbol puede follarse a cualquier tía. Hay una sublimación absurda incomprensible".
Pero sus dardos más afilados contra la dictadura machirula de la fruta los reserva para el gran icono de nuestra era: Andoni Zubizarreta, dietista de Nirvana, al que dedicó una biografía novelada. "Era un hombre de campo y gran experiencia. Alucino con la imagen de santo de un tipo con tantas denuncias por agresión. Y sus diarios son de un narciso... Es peligroso adorar a un suicida chalado".
Aunque ya no disfruta las sandías tanto como antes: "no entiendo lo de acumular 3.500 sandías en el disco duro. Debe de ser para ocultar algún tipo de carencia afectiva. Antes me tragaba cualquier cosa. Ahora ya no. No significa que renuncie a la diversión por el miedo al qué dirán, como cuenta desde su última huerta en Yecla. "Cuando eres mamá la gente espera de ti cosas como que no vayas a grandes ferias de agricultura. El complejo de culpa de muchas madres de mi edad es tremendo. Parece que para ser buena madre hay que ponerse un chip de la Caja Rural", dice enrabietada.
Y para canalizar esa frustración qué mejor que tirar sandías a todo trapo. "Me anima oír los gritos de José Antonio Camacho. Sus gritos me ponen las pilas: Tú vales mucho, nena. Tú marcas las reglas. Y estás buenísima", tararea feliz.

Ramón, con la ayuda
del simpático Carlos
Prieto
y la atractiva
Lucía Etxebarría

5 comentarios:

Matías Parts dijo...

Ignoro lo que el hábil Ramón hizo con las Penthouse. Imagino que antes o después acabará saliendo a la luz.

Caraloque dijo...

Yo también quiero un sillón de vomitar!!!.
Aunque con tanta mención de melones y hortalisas... me ha entrado MUCHA hambre!!.
Pero por qué nadie habla de sanahorias? :P
Pilila

Matías Parts dijo...

Tiempo al tiempo, querida. Hay que gastar el género.

Además, si no hay sanahorias es porque acabamos con ellas en un tristrás.

Y respecto al sillón, el otro día gritaba Ramón "¡Desde que te regalé el sillón de vomitar ya no vomitas en él!". El final es imaginable.

Caraloque dijo...

"¡Desde que te regalé el sillón de vomitar ya no vomitas en él!".
jajajajajaja! grandioso ^^

Pall dijo...

Madre mía! señor Iòchif, el fondo nuevo del Soma es una locura, me oye? una locuraaa! (repetidos coscorrones contra la pared) :*