viernes, 3 de septiembre de 2010

Artattack: Charles Manson

La técnica del ginegrabado utiliza como matriz el himen humano, que es un material flexible, ligero y fácil de cortar. El proceso de trabajo y las herramientas son idénticos a los de la xilografía, aunque, al ser un material más blando, resulta más cómodo de trabajar. También el proceso de entintado y estampación es similar al de la xilografía.

La técnica de grabado en himen es muy estimada y utilizada por los artistas plásticos en nuestra época y por sus características es muy apropiada para su realización dentro de las actividades que se proponen para un aula de plástica.

sábado, 14 de agosto de 2010

Entremés: Adicción a media distancia



Entremés: Adicción a Media Distancia


Sin el consentimiento de Su Majestad El Rey de España ni la aprobación de ninguna autoridad foral.


MATÍAS
MONITOR
ADICTOS
ADICTO TREINTAÑERO
ADICTA MANOLA
POLICÍAS
AMBULANCIEROS

(Sala austera con sillas en círculo. Al fondo, en la parte derecha, hay una puerta sencilla, medio abierta. Excepto las dos centrales, las sillas están ocupadas por los ADICTOS. Las centrales, orientadas hacia el público, están aún vacías. Delante de la izquierda se encuentra, de pie, el MONITOR. Ocupando la silla más oriental está, sentado, el ADICTO TREINTAÑERO, ofreciendo su perfil derecho al público. A su derecha está la ADICTA MANOLA.)

MONITOR (con acento inglés)- Como sabéis, el éxito de nuestras sesiones se está divulgando. Hoy os quiero presentar a otro nuevo compañero, al que espero que tratéis y ayudéis como se os ha tratado a vosotros. (Señala con la mano abierta la puerta.) ¡Adelante, Matías!

(Entra lentamente MATÍAS, ojeroso y pálido.)

MATÍAS (Saludando a todos con la mano, mirando en derredor y hablando con tímida voz.) - Hola, buenas.
TODOS (a destiempoexcepto MATÍAS)- Hola Matías.
MONITOR (con acento andaluz) - Bienvenío Matía. Aquí ere uno má, azí que me guttaría que nos hablace como zi ettuviera en tu caza, que ettá en familia. Pero, ante de zentatte, cuéntano un poco de tí y po qué ha decidío vení.

(El MONITOR se sienta.)

MATÍAS (recogiéndose las manos en el bajo vientre, mostrando timidez) - Pues..., hola a todos. Me llamo Matías y he venido aquí porque creo que necesito ayuda. Me..., me cómi mi última hamburguesa esta misma tarde y yo... (mira al suelo avergonzado).
MONITOR (con acento ruso) - ¡Vamos Matías, estamos aquí para ayudarte!
ADICTO CUALQUIERA (cortando al MONITOR) - ¡Ánimo Matías!
MATÍAS (sentándose) - Pues yo..., quiero cambiar. Hace poco me he dado cuenta de que tengo un problema. Hasta ahora no lo quería reconocer. Decía "bueno, luego compenso esto con otra cosa" o..., "porque me coma ésta tampoco pasa nada". Con el tiempo las cosas empeoraron. Compraba hamburguesas y las escondía en palacio. Un día llegué a esconder una en la tetera. Pasé la tarde en la biblioteca, fingiendo leer a Thomas Mann mientras bebía té negro. Entre las páginas de La muerte en venecia tenía dobladas las hojas promocionales de las bandejas del MacDonald's. Cuando sabía que no había nadie cerca, abría la tetera y mordía un trozo más del Big Mac. Llegúe hasta a vacíar el tintero para llenarlo de Ketchup (rompe a llorar).

(El MONITOR le pone la mano en la espalda. Se produce un breve silencio.)

MATÍAS - Una noche me desperté hambriento. Tengo un mono titi de mascota y..., lo ví en el sillón de mi alcoba, allí dormitido. Y como vi que estaba indefenso cogí de la cocina un par de hamburguesa, volví a mi aposento y atrapé entre las dos mitades al mono. Me lo llevé a la boca y el mono se despertó gritando desconcertado. Me arañó toda la cara. Me llevaron al hospital. Allí me inyectaron una sonda con mayonesa...

MONITOR (con acento italiano) - Buono Matías..., tutto questo va a cambiare, (mirando a todos y asintiendo con la cabeza) ¿verdad?
ADICTOS (a destiempo) - Sí.
MONITOR (con acento italiano) - ¿Quieres cambiar, Matías?
MATÍAS (levanta optimista la mirada) - ¡Sí, sí! ¡Quiero cambiar! ¡Vosotros me vais a ayudar! ¿Verdad?
MONITOR (con acento vasco) - Cuéntanos un poco a qué te dedicas, ostia, con quién vives, para que entendamos un poco qué miserias te han llevado a refugiarte en las hamburguesas, joder.
MATÍAS - Soy, soy el profeta de una secta dadaísta. Vivo en un palacio que antes era la sede de un partido político. Eran tan incompetentes que se lo cambiamos por un plátano. Allí estamos instalados mi socio Ramón y un monete, regalo de un escritor recientemente fallecido. No recibimos muchas visitas: un pájaro gigante que habla en cuartetas y últimamente una panadera viene a recoger el semen de mi socio Ramón. Imagino que muchos de vosotros os sentiréis identificados, o tendréis problemas similares.

(Hay otro breve silencio. Los ADICTOS se miran de reojo, serios.)

MONITOR (con acento ruso) - Bueno..., digamos... que no necesariamente. Verás... ¿Alguien quiere contar su historia y compartirla con Matías?

(Levanta la mano la ADICTA MANOLA. El MONITOR le hace un gesto.)

ADICTA MANOLA (baja la mano) - Mira, yo, por ejemplo, soy hija de un gran empresario de La Mancha profunda. Mi padre evadía impuestos, no pagaba a los trabajadores e incluso robaba del erario público por un vicio, que era fumar puros de imitación. Nos despojó de todo y con once años me abandonó en el cruce de Barrax. Allí me gané la vida vendiendo pañuelos y Vips Vaporub a los conductores que iban y venían de Albacete, que me compraban por lástima. Cuando crecí, cogí la manía de untar el Vips Vaporub en los testículos de seres mitológicos, hasta que una pareja de Lepercons irlandeses me violaron. Del hospital me trasladaron a un centro de salud mental, de donde salgo sólo para venir aquí. Todos tenemos historias de ese tipo. ¿De pequeño te pasó algo?

MATÍAS (piensa brevemente la respuesta) - Uhm..., no. Jugaba por las tardes con cromos. Tenía bici, y consola. Me fue bastante bien, pero ya por entonces me fascinaban los anuncios de hamburguesas.

(Todos miran a MATÍAS con desaprobación. MATIAS reacciona enojándose ante la amenaza.)

ADICTO TREINTAÑERO (a MATÍAS) - Tú no lo has pasado mal. Lo que tú eres es un crápula. ¡Un sinvergüenza!
MATÍAS (se cruza de piernas, señalando con el dedo al ADICTO TREINTAÑERO) Oiga, un poco más de respeto.
ADICTO TREINTAÑERO - ¿Respeto? Usted lo que es es un vicioso.
MONITOR (extiende los brazos en señal de paz y habla con acento argentino) - Bueno, vashamo por partes. Seguro que Matías tiene algún trauma que le ha shevado a esto. ¿Verdad Matías, que tenés un trauma?
MATÍAS - Yo no tengo trauma alguno, mi muy señor mío.
ADICTO TREINTAÑERO - Lo que usted tiene es un retrato en su mierda de palacio que engorda cada hamburguesa que se come, ¡so loco!
MATÍAS (levantándose enfurecido de la silla) ¡Ahora sí le ha dao! ¡Me cago en su calavera! (Yendo hacia el ADICTO TREINTAÑERO) ¡Venga aquí!

(El MONITOR se levanta para sujetarle. Los demás se hacen hacia atrás, asustados.)

MATÍAS (contenido por el MONITOR) - ¡Venga aquí! ¡Seguro que tiene dinero para un Big King! ¡Venga aquí! ¡Deme el dinero!

(MATÍAS hace aspavientos hacia el ADICTO TREINTAÑERO, contenido por el MONITOR, pero logra deshacerse de éste. Se lanza sobre el primero, que cae de la silla. MATÍAS lo cose a puñetazos y le registra los bolsillos. El ADICTO TREINTAÑERO se encuentra sangrando. La ADICTA MANOLA llama de forma inaudible al público a emergencias. El MONITOR consigue levantar a MATÍAS de encima del cuerpo del ADICTO TREINTAÑERO. Dos POLICÍAS entran y agarran a MATÍAS por sendos brazos.)


MATÍAS (arrastrado por los POLICÍAS hacia la puerta) - ¡Dadme un Big King! ¡Dádmelo que os mato! ¡Os mataré a todos!

(Salen MATÍAS y POLICÍAS).

VOZ DE MATÍAS - ¡Y el menú que me lo pongan con Coca-cola Light, eh!

(Entran AMBULANCIEROS y suben al ADICTO TREINTAÑERO a la camilla.)

-Telón-

martes, 3 de agosto de 2010

Panadera

Como Ramón llevaba tiempo comportándose de forma muy rara, tuve que mandar al mono seguirle para cerciorarme de que no hacía nada depravado.

Por aquel entonces, todos los lunes iba Ramón a la panadería a medio día para comprar dos panes, tres botellas de vino y una docena de huevos para la semana. Al llegar el frío empezó a venir triste con la compra, y fue cuando saltó la preocupación. El contacto con la panadera era exactamente como seguía:

-Deme dos sollapas, tres botellas de muliterno y una docena de huevos.
-Aquí tienes... sesenta, setenta, ochenta y veinte euros. ¡Gracias!

Un día, sin embargo, Ramón varió la oración, y todo empezó a cambiar.

-Deme dos sollapas, tres botellas de muliterno y eres guapísima.

La panadera no se inmutó, y al poco se volvió, aunque por primera vez, seria cual conductor de autobús:

-...sesenta, setenta, ochenta y veinte. ¡Gracias!

Pasados siete días, Ramón llegó algo más tarde de lo habitual. Había ido a otro sitio a comprar y, evidentemente, los huevos eran poco mayores que testículos de lemur. No me quedó más remedio que llamarle zopenco y golpearle con un periódico, pero noté que estaba muy triste. Así estuvo todo un mes, trayendo esos huevos de corral industrial regentado por alcohólicos pegamujeres. Justo cuando iba a lanzarme a preguntarle cómo podía ayudarle, vino un lunes feliz, con huevos gordos y castaños como puños de manchego. El mono me contó a escondidas su vuelta al pan de siempre:

-Deme dos sollapas, tres botellas de muliterno y una docena de huevos.
-Aquí tienes... sesenta, setenta, ochenta te quiero. ¡Gracias!

No sabemos qué pasó después. El mono tenía huevos de calidad, buen vino y pan. Ramón, por su parte, todo un año de banquete.

viernes, 18 de junio de 2010

La primera revelación

Buscando agujeros en las paredes para nuevas aventuras onanistas encontré hace mucho el diario del tal Iòsif, anterior inquilino del Kremlin. No tardé en tirarlo a la basura, pues consistía en una sucesión de sandeces. Sin embargo, elcuadernito tenía algunas servilletas entre sus páginas escritas con la misma letra del autor del diario. Parecían algo así como conjuros, y dos o tres de ellos eran más que interesantes. El que me vino a la cabeza estos días fue uno sobre cómo recibir revelaciones acerca de la verdad del universo, lo que, dado el caso, puede resultar muy útil. Las notas decían que en un velatorio, si enlazas tus manos por la espalda y las mantienes así durante un rato guardando absoluto silencio, se te aparece un viejo de cuya boca sale una verdad reveladora, eso que puedes llegar a sospechar pero nunca a saber.

Hace bien poco que tuvimos que asistir los tres atléticos cuerpos que habitan esta casa, los dos humanos y el monesco, al velatorio de alguien cuya historia no viene ahora al caso. Lo que sí viene al caso es que me acordara de pronto de la nota vista hace tantos años en ese vergonzoso diario. Me tomé las manos por la espalda y me apoyé tal cual estaba sobre la pared, a ver qué ocurría. Tardó un rato en aparecer pero, habiéndoseme olvidado ya lo que estaba haciendo, lo vi. La dijo, sin dejar de sonreir nunca, y desapareció. Nunca habría imaginado siquiera aquello que reveló, así que, como sabía que era una verdad absoluta, me lo tomé muy en serio. Llamé a Ramón, que llevaba al monete sobre un hombro, y salimos de allí. En la puerta del edificio, en unos bancos junto a árboles y césped, estaba jugando una niña de unos nueve años. Me acerqué y le dije mirándola fijamente: "Eres una puta". Me di media vuelta y nos subimos al coche. La pobre estaba derramando el llanto de un año. Nosotros no podíamos parar de reír.

viernes, 14 de mayo de 2010

Saber Marionette L

Yendo de viaje a Softonia para visitar a los liberados pasamos por la región de Loseras. Este país, con una única villa del mismo nombre, es famosa por sus mujeres, muy numerosas y entre las más exuberantes del mundo. Al mismo tiempo, sufren también una bajísima tasa de natalidad. La carretera, que parte el pueblo en dos, estaba esta vez muy rara. En otras ocasiones la habríamos encontrado llena de terrazas con muchachas yendo y viniendo y camareros atareados, mientras los viajeros esquivábamos sonrientes a las zigzagueantes furcias. Ahora las chicas se reunían en racimos, vestidas con ropa cara pero más escasa que antaño, mientras los zagales se veían de dos modos: los que bebían en grupos de tres o cuatro, pálidos y en silencio, y otros que llamaban la atención de las manadas de zorras.

Al volver de Softonia, donde nos atendieron con risas y vino de la tierra, nos sorprendimos mucho al pasar por Loseras. No quedaba nada de aquéllos que se dedicaban a llamar la atención de las chicas. Ahora se veían algunos de sus cadáveres desperdigados, y aquí y allí algún cuarteto de zorras devorando in situ a los pocos que quedaba vivos. La otra especie de chavales seguía bebiendo en las terrazas en silencio, mirando desde su palidez. El mono chilló y manoteó con sus deditos el volante, así que paramos en medio de la villa. Nos acercamos a una terraza y pedimos bananaesplís y lloniuoquer con esprai y aproveché para preguntar al camarero.
-Los muy tontos las convencieron de que cada vez estaban más tremendas. Las alimentaron durante algún tiempo con brugal y cumplidos baratos. Cuando nos quisimos dar cuenta los estaban desgarrando con los dientes -y tiró la bandeja, porque una zorra se había subido a la mesa. Ropa de Blanco elegantísima, pero que dejaba ver la redondez de sus tetas y sus muslos. Pinchó con sus largas uñas el cuello de la camisa del camarero y le gritó:

-¡Eshtoy bueníííííshima...!¡Shí o no?
-Sí-sí-sí -y siguió diciéndoselo con meneos de cabeza. Ella abrió la boca para devorarlo pero a su cabeza fue a parar la copa del mono, que le acertó entre los ojos. La furcia volvió la cabeza hacia nosotros. El camareró corrió hacia el interior y cerró a cal y canto. Ramón metió la mano en su mochila y sacó un suvenir de Roma, lo lanzó lejos y la lechugófaga saltó a por él. Nos metimos en el coche y huimos.

miércoles, 28 de abril de 2010

Basura en el jardín

Antes de que Ramón y yo lanzáramos el cadáver y su soga desde la carretilla al contenedor, este pobre infeliz pensó mientras se ahogaba en cómo huyó llorando del colegio de secundaria corriendo en zig-zag, después de hacer explotar una docena de cuerpos tras lanzar la granada hacia el montón de cabezas que había dentro del aula; en cómo llegó al instituto sin poder pestañear durante los quince minutos que lo separan de su piso; en el llanto de mueca patética al leer la nota que su mujer le había dejado en la cocina, con los borrones de las lágrimas, explicándole que su vida ya no tenía sentido y que se marchaba definitivamente a Haití con el grupo de teatro a perroflautear la solidaridad. Todo eso pensó ese petimetre, pero antes, mientras preparaba su cuerda de Carrefour en la rama de uno de los árboles del Kremlin, mi casa, también se acordó de cómo ella llegaba llorando todas las tardes y pasaba de comer, de todas esas noches en las que terminaba por acostarse a las cuatro de la mañana dejando folios llenos de rimas, de cuando la acariciaba y la besaba y ella le rechazaba dándose la vuelta en la cama enfadada gruñendo lo cansada que estaba y cuánto tenía que madrugar. Pero además, en Carrefour, justo después de tener la feliz idea de joderme la sobremesa, pensó también en cómo un día ella llegó medio borracha de ensayar con los zánganos del grupo de teatro y gritaba riendo "¡Ya sé cómo hacer que mis alumnos aprendan literatura: con rimas! ¡Les gusta el rap! ¡Les haré canciones de rap sobre literatura española!".

Y la tapa del contenedor hizo "chun" al cerrarse, Ramón y yo volvimos al árbol y allí estaba ese gallino gordo y amarillo. Nos dio un cigarro. No dijo palabra.

sábado, 17 de abril de 2010

Tratamiendo de Jonás Chamicero #1

Estado inicial:
Chamicero sigue empeñado en acumular tanta mierda como le es posible.

Tratamiento:
Dos softonos de constitución fuerte aunque inteligencia mermada con ron Bacardi y coca altamente adulterada son introducidos en la celda. Esperamos reacciones.

Desarrollo:
Los softonos se muestran sociables e inician juegos con Chamicero. Éste gruñe. Los softonos le ofrecen la sollapa y el vino que acaban de encontrar en la celda. Chamicero se hace con todo y lo esconde en un rincón. Les trae a cambio minúsculos trozos de sollapa y algo de vino en un tapón viejo. Los softonos aplauden. Chamicero se quita los calcetines, les prende fuego, echa agua del retrete en el orinal y la hierve. La ofrece a los softonos, que la beben dando palmas. Al rato éstos expulsan mierda líquida por el ano y Chamicero lame golosamente los charcos de mierda caliente. Los softonos tratan de participar del coprófago festín pero son expulsados a patadas por el avaricioso Jonás.

Resultado:
Chamicero termina consumiendo todas las heces.

Conclusiones:
Pese a tener sollapa y vino de sobra para alimentar a más de 9 softonos, Chamicero no sólo rehúsa a disfrutar feliz de la comida, sino que se la arrebata a sus compañeros, impide su consumo y la deja pudrir. Para colmo, trata de extraer de los hambrientos jóvenes hasta el último gramo de materia fecal en sus delgados cuerpos.
  • Chamicero sufre imbecilidad crónica que le impide inducir que la comida y el vino son más que suficientes para su satisfecha subsistencia (y la de sus compañeros).
  • Los softonos parecen haber evolucionado hacia una hemofilia perpetua. Es posible que ser explotados por algún mamífero de poco volumen cerebral mantiene en equilibrio la cadena alimenticia entre el Záncara y el alto Júcar.

Jonás Chamicero: el encuentro final

Ociosos seguidores del soma,

Hace seis días que lo trajimos al sótano del Kremlin y desde entonces no ha dado muestras de cambio en su actitud. Una vez que cerró la celda, Ramón le proporcionó un cuaderno, bolígrafos, un orinal, vino de la coperativa y una sollapa. Poco ha dormido el preso desde entonces, y se dedica a tomar notas torpes y llevarse a la boca de vez en cuando algo de sus propias heces.

Sucedió hace una semana que, en una incursión de vigilancia de la situación en las ya desiertas tierras de Jonás Chamicero, le encontró Ramón tratando de construir un Cienpiés Humano. Tan gravemente avanzaba el experimento que no tardó Ramón en volver a toda prisa al Kremlin y reunirnos a los aparejos, al Saramáguico Mono y a un servidor. Al llegar de nuevo a Softonia pegamos un tiro a cada infeliz joven utilizado en el experimento y servimos sopa caliente a Jonás. Luego de ver el error, los jóvenes ya estaban muertos y se nos ocurrió que era más útil traer a Jonás al Kremlin y encerrarlo que dispararle en la cabeza. Desde entonces lo observamos con tal de averiguar cómo tan estúpido ser ha sido capaz de destrozar un país entero.

 Jonás tratando de causar problemas, sin éxito.

jueves, 4 de marzo de 2010

Sobre el gran encuentro entre Jesús y Matías durante el mes de las experiencias evangélicas

Y nunca olvidaré la gloriosa noche en que tuve ocasión de entrevistarLe.

lunes, 25 de enero de 2010

El justamente olvidado género epistolar

AVISO: Esta crónica contiene pedanterías, lenguaje pretencioso y un pésimo gusto rococó. No es apto para el consumo humano.



Tras la caída de la reina Softona la mierda inundó un tercio de Softonia durante siete semanas, como rezan unas famosas crónicas de aquel país. Durante el desmierde posterior, sin embargo, uno de los pocos supervivientes comenzó a destacar entre el resto, un tipo al que llamaban Jonás Chamicero. Aprovechando el desconcierto, colocó cuatro estacas formando un rectángulo que abarcaba la mayor parte de la mierda que se obstinaba a derretirse, que no era poca. En algo de tiempo logró que gran parte de los softones, luchadores, trabajaran para él en las viejas canteras de mierda cuyas toneladas del valioso material habían engrandecido el nombre del país. Parece ser, por otra parte, que este caballero no era generoso con sus empleados, que trabajaban mucho, seguido y cobraban poco y en intermitencias. No tardó en llegar a nuestro kremlin otra carta de aquellas regiones, pidiendo ayuda para el pueblo softón, que veía cómo su país, rico en mierdas, no hacía feliz a sus gentes. Como no quería una guerra tan precipitada envié a Ramón para que charlase con aquel pardo caballero que, sabiendo a qué iba mi discípulo, le recibió con una olla de agua hirviendo. El pobre, sorprendido por la extraña bienvenida, montó en cólera y condenó por brujerías al empresario softón a que por su boca salieran las palabras contrarias a las que él pensara. Ramón volvió con una risa que parecía salirle del recto, risueño como las hienas. Nos contó la anécdota y aún reímos, aunque lo mejor llegó pasada otra semana en la que recibí la siguiente carta desde Softonia:

"Estimadísimo Matías:

La idea de enviar a tu discípulo para que charlase en mi casa, que es la vuestra, me pareció de un gusto magnífico y harto oportuna. Imagino que el educado y hermoso joven te comentaría mi alegría al conocer su llegada y mis deseos de que tales visitas aumenten, pues valoramos enormemente la opinión que terceros tienen sobre la gestión de nuestra empresa.

En verdad te digo que lo que se haga en este negocio es asunto del pueblo y no permitiré que nadie se quede sin conocer ni un solo detalle sobre la gerencia, especialmente en el terreno económico.

En cuanto a la opinión que mis empleados te comunicaron, tengo que decir que ese excelente grupo humano, altamente cualificado y de profundos conocimientos de sus respectivas labores, posee toda mi atención, así que sus exigencias serán satisfechas ipso facto. Piense usted que, como bien es sabido, mis cuentas corrientes se encuentran en la más obscena de las abundancias, por lo que no tendré reparos en compartirlas con el resto de la familia que compone mis negocios.

Sobre usted, por otra parte, tengo que decir que es para mí la persona cuya opinión más aprecio. Usted se ha ganado todo mi respeto y su intención de aconsejarme sobre mi gestión me ha llenado de júbilo. Por ello, deseo con todas mis fuerzas que el tráfico de su ciudad le respete en todo momento, si bien puedo enviar con un chasquido a tres de mis hombres para que mejoren su estado físico actual. La próxima vez que tenga noticias de usted yo mismo le abrazaré y besaré con todas mis fuerzas. Es usted un hermano.

Un fortísimo abrazo,

J. Ch."

Cuando por fin contuvimos las risas, redactamos entre Ramón y yo la respuesta:

"Estimadísimo y admirado Jonás,

Su carta no nos sorprendió lo más mínimo. Sin embargo, déjeme decirle que pienso escribirle en un tono similar al suyo, pues me es del todo posible igualarlo. Tras leer su opinión sobre mí y, considerando el trato humano que da usted a sus compatriotas, sólo puedo decirle que me parece su persona todo un ejemplo para la sociedad, un modelo a imitar como benefactor que no ha hecho sino mejorar las condiciones familiares de todos y cada uno de sus empleados sin reparar en ningún momento por su propio interés. Es admirable que, teniendo tan poco, pues estoy seguro de que sus cuentas no son tan abultadas como dice, sea tan generoso con su personal.

Bendigo mil veces el día en que su Señora Madre, mujer de férrea monogamia y excelente estado físico, le concibió a usted para luego honrar al mundo con su nacimiento. Dado el virtuoso hombre al que educó, sólo puedo decir que ojalá quede usted alejado lo más posible de las cunetas de las carreteras secundarias, no vea nunca su persona ningún buitre, salamandra, escorpión o rata, y viva usted por muchos años. Sin embargo, si por un casual algo terrible le sucediera, me alejaré tanto como pueda de la insípida botella de Chivas Regal que guardo en el vestíbulo para razones que en nada tienen que ver con su fallecimiento, llorando en silencio y soledad su definitiva marcha.

Estoy seguro de que, en lo sucesivo, le irá a usted muy bien. No deseo, sin embargo, noticia de ello. Su hermano,

M. Parts"

La carta cayó al buzón y allí se quedó, riéndose. Nosotros, también con pícara sonrisa, decidimos dejar de lado las desventuras de aquella desgraciada tierra de Softonia. No puede uno abarcar tanto.

jueves, 14 de enero de 2010

"Rescue me From This Hollywood Life"




Las cuatro de la tarde, copa de oporto y las suaves melodías de Ktulu, cuando el Saramáguico mono irrumpió en este mediocre éxtasis con una hedionda carta. Abierto el sobre, contenía éste un escrito de la Reina Softona en la que rogaba una visita para pedirme consejo. Softona es, para quién no lo sepa, la señora del Reino de Softonia, visible desde el segundo piso del Kremlin. No teniendo nada que hacer esa tarde, fuimos Ramón, el monete y yo a socorrer a su majestad, pues el tono de la carta no tranquilizaba lo más mínimo.

Tras una larga travesía de cuarenta y cinco minutos divisamos el palacio de la Reina, pardo entre tierras pardas que debían de ser fértiles incluso hartas de sal. La residencia real era un majestuoso edificio de color marrón que se alzaba entre el sobrio paisaje softón. Sobre el ancho cuerpo de tres plantas crecía una esbelta torre ocre como nuestras botas y el olor de la nación era distinto al de cualquier otra, de una personalidad llamativa y envolvente. Al alcanzar la entrada se abrieron los portones, marrones y de un tosco tallaje, aunque recias y contundentes. Del corto vestíbulo se alargaba un pasillo alfombrado de un delicadísimo terciopelo de la más fina mierda, con cenefas a ambos lados que representaban algunas famosas mierdas de la historia del país. A los lados del pasaje, como severas esfinges, pilares levantados con robustos bloques de mierda pura, procedentes sin duda de las conocidas canteras de mierda del norte de Softonia. La base de los mismos tenía el tallaje de Mierdón, un dios de la mitología softona que, según se cuenta, repartía mierda entre sus devotos y muchísima más mierda entre los paganos. De la bóveda colgaban, por contra, barrocas y anchas lámparas en cono inverso elaboradas con la mierda más marrón de la capital. Al final del pasillo, presidiendo el espacio, sobre tres escalones se hallaba el trono de la Reina, de una mierda tan fresca que su brillo oscurecía la delicadeza de las lámparas. Desde él nos miraba llegar sedente su majestad, vestida con codiciadas mierdas nacionales. Su túnica, de mierda de buey, aún contenía hebras de heno que los jugos del animal no habían sido capaces de rozar. Sus babuchas se componían de las durezas que sólo los más poderosos canes podían llegar a defecar. Al mirarlas se adivinaba cómo los dedos habían moldeado la mierda produciendo tal magnífico calzado. Por último, la corona se componía de diminutas mierdas de oveja en un aro, más alto sobre la frente que en la nuca.

-Gracias a Mierdón que habéis acudido a mi llamada. No tengo a nadie mejor a quién recurrir -dijo nuestra anfitriona para recibirnos-. Por favor, acomodáos y aceptad este humilde ágape -y señaló a una mesa construida con robustos bloques de mierda. Sobre ella, tres copas ofrecían una mierda líquida, aún humeante, de un color exquisito y galletas de mierda con pequeños y frágiles trozos de lo que parecía mierda antigua. El mono, pese a haber gozado en el pasado de similares invitaciones, no pudo más que apoyar una vez más sus manitas sobre la alfombra y vomitar arqueado entre violentas convulsiones.

-Su majestad, es para nosotros un honor -continué-. Pero, ¿cómo podemos asistir a vuestra excelentísima figura?
-¡Oh, Matías! Sólo tú puedes tener la respuesta. Has educado con vara de hierro a un indolente joven que encontraste un día en un teatro y a un mono nacido en la casa de un comunista. ¿Qué otra persona, si no, podría aconsejarme?
-Disculpe -interrumpió Ramón, que se movía nervioso-. ¿Sería su majestad tan amable de indicarme dónde está el servicio?

Mi mano voló inmediatamente hacia la cabeza de Ramón, estrellándose sonoramente en su nuca.

-Dígame pues, majestad, qué es lo que la perturba.
-Verás, Matías: soy la soberana de este magnífico y exclusivo reino, sin parangón en el mundo entero. Sin embargo, por más súbditos que moldeo con mis propias manos, ninguno atiende a mis órdenes. Incluso yo he confeccionado las lámparas que ahora nos iluminan. Soy la única habitante de este reino y la más ignorada de todas las realezas. ¿Qué hago mal, oh, Matías?
-Verá, su majestad: es que su majestad... -y vacilé-. Su majestad... es que puede que su majestad en realidad no sea una reina... sino...
-¡Matías! ¿Cómo que no soy una reina? Y, si no soy una reina, ¿qué iba a ser entonces?

...

Después de la carrera pudimos volvernos hacia el palacio, ya a unos cuatrocientos o quinientos metros. Las dos alas del edificio apenas levantaban ahora metro y medio del suelo, y la torre caía poco a poco. Mi respuesta había provocado tal disgusto en la reina que sus lágrimas, saliendo a más de treinta y seis grados de sus ojos, manaron en tal cantidad que subieron precipitadamente la temperatura de la estancia. Fue el caso que, estando el palacio construido con mierda y sólo mierda, comenzó a derretirse. Ramón aún tenía necesidad de ir al servicio, pero pronto estuvimos en casa: un Kremlin con ladrillos de La Puebla cuyo único olor era el del excelente queso de El Bonillo que a veces se asomaba desde el sótano.