Terminada la romería de Sotuélamos, celebrada en el Kremlin con silencioso respeto, pensé que era el momento de comenzar la formación de Ramón. Sin peinar (sin peinar él, se entiende) me lo llevé al rectorado, el mono sobre mis hombros, para matricularlo en Relaciones Laborales, que son las que nos interesan aquí. Tengo que decir que nada ha cambiado desde mis días como estudiante de Ciencias de la Información.
Medianoche en el campus. Luminosos colores sobre el rectorado. Tras las puertas: la larga barra, el mismo camarero -más canoso- secando un vaso, jazz lento de fondo, hombres de camisa esparcidos y, cómo no, el resto de la compañía.
-Siéntate aquí, Ramón, en mi rincón.
-¿Qué va a ser?
-Para el muchacho lo que pida. Para el mono un banana-split. Para mí Lloni Uoquer con esprai y tres hielos.
-Yo quiero chivas, don Matías.
-Chivas, Llonigüolqueresprai y bananasplí.
Jazz lento. Sin embargo, la función empezó al par de minutos. Una de las jóvenes se acercó: vertido rojo corto y ceñido, medias grises, el tanga perceptible a través de la ropa, poco pecho.
-Hola guapos. ¿Qué, muchachote? ¿Te apetece pasar un buen rato?
Yo animé Ramón en susurros:
-Vamos, no te dé vergüenza. Pero ya sabes a qué venimos.
-Hola… cielo. Sí.
-A lo mejor yo puedo hacerte pasar un buen rato. ¿Qué me dices, guapo? –la joven tenía, no obstante, un descaro forzado.
-A lo mejor…
-¿Te apetece una Ingeniería Técnica Industrial, cariño? Pareces un muchacho muy fuerte y varonil.
-Eh… -Ramón estaba nervioso, pero no era algo que pudiera evitar.
-Vamos Ramón, las cosas claras. A lo que hemos venido. Además, no pienso dejar tanto dinero a este hatajo de chulos y de busconas –le dije otra vez en susurros.
-No… Lo siento… Eres muy guapa y eso… pero es que no es lo que…
-No te preocupes, mi amor. ¿Y qué es lo que te gusta hacer con esas manos tan fuertes?
Qué manera de pronunciar las erres que tenía esta doctora. Era joven y guapa, pero se notaba que llevaba poco en la profesión.
-Eh… Me gustan las Relaciones Laborales… Sí… Las Relaciones Laborales…
-No te preocupes cariño. Yo sé cómo ayudarte –y se lo llevó de la mano a una mesa, donde fumaban dos doctoras más. La que parecía mayor, sin embargo, no aparentaba más de treinta y tantos o cuarenta. La chica de rojo los presentó y se marchó. Ramón se sentó y recibió un cigarro de su nueva anfitriona y la copa de Chivas que el camarero le llevó a la mesa. Me miró y le guiñé un ojo. Vi entonces que pedía algo más al camarero, que volvió enseguida con dos copas más. El mono no hacía caso, entretenido con su bazofia amarilla azucarada, mientras que, al poco, Ramón se marchó con su nueva amiga. Pese a los nervios, estaría diplomado en menos de una hora.
-Caballero, tenga usted muy buenas noches –me sorprendió una voz grave de mujer.
-Muchas gracias. Y usted.
-Oh, de tú mejor. Me llamo Kath.
-Claro. Yo Matías. Él es el Saramáguico mono. ¿Te apetece tomar algo?
-Muchas gracias. Un agua con gas, por favor… Pareces un tipo con experiencia. ¿Has probado alguna vez la Logopedia?
-Pse… -dudé-. Me resulta extraño, ¿sabes?
-Ya veo. Creo que tú y yo, Matías, tenemos una larga conversación por delante…
Y así fue cómo Relaciones Laborales no fue la única diplomatura impartida aquella noche.
jueves, 17 de diciembre de 2009
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5 comentarios:
Llonigüolqueresprai!! te quiero!! :D
te rieco :)
Sabía que atraería lo más selecto de la red
¡Oh, gracias! ¡Gracias, Danone!
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¿Por qué no son así todos mis invitados?
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